En la historia económica de los Estados Unidos, doscientos veinte años han sido necesarios para acumular una deuda de 11 billones de dólares. Una cifra colosal que, sin embargo, pasa a ser insignificante si la comparamos con lo que ha ocurrido en los últimos cuatro años. Desde el comienzo de la pandemia en 2020, la nación americana ha emitido la misma cantidad de deuda: 11 billones de dólares.
¿Cómo es posible que en tan poco tiempo se haya alcanzado un endeudamiento tan descomunal? La respuesta es simple: el intervencionismo estatal desmesurado. Los rescates a empresas, las medidas de estímulo masivas y el aumento del gasto público sin control han disparado la deuda a niveles nunca antes vistos.
Paralelismos con el pasado y el fantasma de la crisis
Este ritmo vertiginoso de endeudamiento no puede dejar de generar preocupación. Las similitudes con otras crisis financieras de la historia, como la Gran Depresión de los años 30, son inquietantes. En aquella época, el intervencionismo estatal también disparó la deuda y la economía se vio sumida en una profunda crisis.
¿Está EEUU a las puertas de un nuevo desastre económico? Es una pregunta que solo el tiempo podrá responder. Sin embargo, las señales de alarma están ahí. La deuda ya representa más del 100% del PIB, una cifra insostenible a largo plazo. Los intereses que hay que pagar por esa deuda son cada vez más altos, lo que resta recursos a otras partidas presupuestarias, como la inversión en infraestructuras o educación.
¿Qué se puede hacer para evitar el precipicio? La respuesta es clara: recortar el gasto público de forma drástica y limitar la intervención del Estado en la economía. Es necesario volver a una senda de crecimiento sostenible basada en la libre empresa, la competencia y la innovación.
El tiempo corre y la deuda no espera. EEUU se encuentra en una encrucijada. Puede seguir por el camino del intervencionismo y la deuda, con el riesgo de una nueva crisis a la vuelta de la esquina. O puede optar por un cambio de rumbo, apostando por la libertad económica y un Estado más limitado. La decisión está en manos de sus ciudadanos y de sus líderes.
Más allá de las cifras, este desenfrenado endeudamiento tiene consecuencias nefastas para la sociedad. La clase media se ve especialmente perjudicada, ya que el aumento de la inflación erosiona el poder adquisitivo de sus ahorros. Además, las generaciones futuras se ven gravadas con una pesada carga de deuda que limitará sus oportunidades.
Sin embargo, existe un escenario aún más preocupante que podría materializarse si, junto a la elevada deuda, se mantienen altos los tipos de interés y la inflación no cede.
Un escenario de pesadilla:
Imaginemos un futuro donde la Reserva Federal, en su lucha contra la inflación, se ve obligada a mantener las tasas de interés en niveles altos durante un período prolongado. Esto, a su vez, encarecería el crédito para empresas y consumidores, lo que provocaría una desaceleración económica generalizada.
Las empresas, asfixiadas por el aumento de los costes de financiación, verían reducidos sus márgenes de ganancia. Muchas de ellas se verían abocadas al cierre, especialmente las pequeñas y medianas empresas, que son más vulnerables a este tipo de shocks. Esto generaría un aumento del desempleo y una disminución del poder adquisitivo de las familias.
Los consumidores también sentirían el impacto. El encarecimiento del crédito dificultaría la adquisición de bienes duraderos, como viviendas o automóviles. Además, el aumento de los tipos de interés también afectaría negativamente a las hipotecas existentes, lo que podría llevar a un aumento de las ejecuciones hipotecarias y una caída en los precios de las viviendas.
La situación se agravaría aún más si la inflación no cede. En este escenario, los ahorros de los ciudadanos se verían erosionados por el aumento de los precios, lo que reduciría aún más su poder adquisitivo.
Un círculo vicioso:
La combinación de altas tasas de interés e inflación persistente podría crear un círculo vicioso de difícil escape. La desaceleración económica reduciría los ingresos fiscales, lo que obligaría a los gobiernos a aumentar aún más la deuda. Esto, a su vez, alimentaría la inflación y obligaría a la Reserva Federal a subir aún más los tipos de interés, creando un ciclo de retroalimentación negativa que podría llevar a una crisis económica de grandes proporciones.
El fantasma de la quiebra:
En este escenario sombrío, no solo las empresas estarían en riesgo de quiebra. Los bancos también podrían verse seriamente afectados. El aumento de la morosidad, producto de la dificultad de las empresas y los consumidores para pagar sus deudas, podría llevar a quiebras bancarias y a una pérdida de confianza en el sistema financiero.
Un futuro incierto:
El futuro que se avecina para Estados Unidos, y para el mundo entero, es incierto. Si las autoridades no toman medidas drásticas para corregir el rumbo, la combinación de alta deuda, altos tipos de interés e inflación persistente podría conducir a una crisis económica de consecuencias devastadoras.
Sin embargo, el problema no se limita a Estados Unidos. La deuda global se encuentra en niveles históricos, y esto, junto a la inflación persistente y la burbuja de los derivados financieros, conforma un cóctel explosivo que amenaza la estabilidad económica mundial.
La Fed en la cuerda floja:
La Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, debe combatir la inflación, que se encuentra en máximos de las últimas cuatro décadas. Para ello, la Fed ha decidido subir los tipos de interés, lo que encarece el crédito y desacelera la economía pero por otro sigue imprimiendo dólares a través del aumento de deuda, esto es como soplar y absorber al mismo tiempo y no podrá soportarlo ad eternum.
Sin embargo, esta estrategia tiene un precio: el aumento de la deuda, tanto pública como privada, hace que el pago de intereses sea más costoso para gobiernos, empresas y consumidores. Esto podría llevar a una parálisis económica, ya que la mayor parte de los ingresos se destinaría al pago de la deuda, dejando poco margen para la inversión y el crecimiento.
La inflación, un enemigo persistente:
La inflación no solo es un problema en sí misma, sino que también complica la tarea de la Fed. Si la inflación se mantiene alta, la Fed se verá obligada a subir aún más los tipos de interés, lo que agravaría la situación de la deuda.
La burbuja de los derivados financieros:
Para colmo de males, la economía mundial se encuentra bajo la sombra de una gigantesca burbuja de derivados financieros. El Banco de Pagos Internacionales (BIS) ha alertado de que el volumen de derivados financieros supera con creces el PIB mundial, lo que representa un riesgo sistémico de enormes proporciones.
Si esta burbuja estalla, las consecuencias podrían ser devastadoras. Las pérdidas podrían ascender a billones de dólares, lo que provocaría una crisis financiera de proporciones épicas.
Un futuro incierto:
El futuro que se avecina para la economía mundial es incierto. La combinación de alta deuda, inflación persistente y una burbuja de derivados financieros crea un escenario de riesgo elevado.
Las autoridades económicas deben tomar medidas drásticas para evitar el desastre. Se necesita un cambio de paradigma económico que apueste por la libertad individual, la responsabilidad fiscal y el libre mercado. Solo así se podrá reducir la deuda, controlar la inflación y deshinchar la burbuja de los derivados financieros.
En este contexto, la noticia sobre la alarmante acumulación de deuda en Estados Unidos cobra aún más relevancia. Es una señal de alerta que no podemos ignorar. Si no actuamos ahora, el futuro que nos espera podría ser muy oscuro.
Las medidas necesarias:
Reducción de la deuda: Es necesario reducir la deuda pública y privada a niveles sostenibles. Esto se puede lograr mediante una combinación de medidas, como el recorte del gasto público, la subida de impuestos y la promoción del crecimiento económico.
Control de la inflación: La Fed debe actuar con cautela para combatir la inflación sin asfixiar la economía. Es posible que sea necesario un aumento temporal de los tipos de interés, pero este debe ser gradual y controlado.
Deshinchar la burbuja de los derivados financieros: Las autoridades deben regular el mercado de derivados financieros para evitar que la burbuja estalle. Esto podría implicar medidas como la imposición de requisitos de capital más estrictos para los bancos y la prohibición de ciertos tipos de derivados financieros.
Solo si se toman estas medidas a tiempo se podrá evitar una crisis económica de consecuencias devastadoras. Sin embargo, gobernados por líderes cortoplacistas que solo miran las próximas elecciones y buscan permanecer en el poder el mayor tiempo posible a expensas del futuro de sus ciudadanos, es inevitable que se produzca una crisis peor que la de 2008. En este escenario, nos venderán la idea de que la culpa es nuestra por haber vivido por encima de nuestras posibilidades, lo que les dará aún más poder con la excusa de solucionar el problema que ellos mismos han creado. Impondrán restricciones a nuestras libertades, creando gobiernos supranacionales controlados por organizaciones y multinacionales, construyendo un presente distópico digno de la novela 1984. Si al leer la novela no comprendiste cómo se llegó a ese escenario desde un mundo democrático, no se preocupen: lo vamos a vivir en carne propia.
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